El efecto Bolsonaro, que Brasil experimenta desde hace un año y once meses, pasará una reválida este domingo durante las elecciones municipales: 147 millones de ciudadanos están llamados a las urnas. Los comicios también pondrán a prueba la hipotética unión de la izquierda frente a la ultraderecha, y medirán las constantes vitales del Partido de los Trabajadores, que a nivel nacional sigue contando con la mayor bancada de diputados, pero que continúa aturdido aun a pesar de la puesta en libertad del expresidente Lula da Silva en noviembre del año pasado.
Cinco mil quinientos sesenta y ocho municipios, de desproporcionadas dimensiones –varios de ellos más extensos que las más grandes comunidades autónomas españolas–, eligen alcalde y también concejales, en listas abiertas. Quien más, quien menos, busca el abrigo de algún cargo influyente a nivel federal, siendo el presidente Jair Bolsonaro, por supuesto, el más requerido por todo el espectro del conservadurismo.
Bolsonaro ha aumentado, de rebote, su popularidad durante la pandemia. El auxilio de emergencia aprobado por el Congreso Nacional, tras presión de las organizaciones de la sociedad civil, y recibido por más de 67 millones de personas, finalmente ha sido capitalizado como éxito por él y su Ejecutivo. Su deseo para estas elecciones municipales era haber podido presentar candidatos propios estrenando un nuevo partido, pero no ha llegado a tiempo. Se llegó a plantear quedarse al margen, al ver que no tenía mucho que ganar, pero finamente ha decidido saltar al barro e ir de la mano con influyentes candidatos de otros partidos en las dos ciudades más importantes de Brasil: São Paulo, con el diputado federal Celso Russomanno, y Río de Janeiro, con el alcalde Marcelo Crivella, ambos de Republicanos.
El problema para Bolsonaro es que sus aliados se están hundiendo poco a poco en las encuestas. Tanto a Celso Russomanno en la capital paulista y como a Marcelo Crivella en la capital carioca les han relegado a un segundo plano opciones de centroderecha (Bruno Covas en São Paulo y Eduardo Paes en Río de Janeiro), con la izquierda agazapada por si se presenta la ocasión.
La reciente reunión entre los principales líderes de la izquierda brasileña, Lula da Silva (Partido de los Trabajadores) y Ciro Gomes (Partido Democrático Trabalhista), antiguos aliados, hostiles sobre todo desde las últimas elecciones presidenciales, de momento no parece que haya afectado a esta campaña electoral, aunque puede que el acercamiento se exhiba en las presumibles segundas vueltas (dentro de dos semanas) en las principales capitales, materializando esos apoyos expresos y activos entre los candidatos progresistas que faltaron en la segunda vuelta de 2018 y que despejaron el camino a Bolsonaro.
Si lograran consolidarse como una de las dos candidaturas más votadas de su ciudad este domingo, necesitarán esta unión certera de la izquierda, aunque sea puntual y pragmática, Guilherme Boulos (PSOL) en São Paulo –seguramente ante Covas, actual alcalde–, Martha Rocha (PDT) en Río de Janeiro –lidera las encuestas Paes, el que fuera alcalde del sueño olímpico– y Manuela D´Ávila (PCdoB) en Porto Alegre
Muchas miradas están puestas también en Fortaleza, donde los motines de la Policía Militar, promovidos por las milicias paramilitares del estado de Ceará, han radicalizado el ambiente político de los últimos años y meses. Allí el Capitán Wagner (Pros), desde dentro de la Policía Militar, encabeza las encuestas (30% de intención de voto) con breve ventaja sobre José Sarto (PDT), 27%, y muy por encima de la diputada federal y exalcaldesa Luizianne Lins (PT), con 15%. Fortaleza sería otro de los escenarios en los que la unión de la izquierda se antoja fundamental, pero casi siempre con el Partido de los Trabajadores en modo supletorio, pocas veces encabezando las alianzas.
Y quizá sea por falta de líderes claros en el partido que gobernó el país durante trece años, falta de relevo generacional, o también por deseo de Lula da Silva de que nadie le haga sombra. Por eso en su último discurso antes de entrar en prisión en abril de 2018, ensalzó la figura de Guilherme Boulos y Manuela D´Ávila como futuro de la izquierda, aunque no pertenezcan a sus siglas sino al Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y al Partido Comunista de Brasil (PCdoB), respectivamente.
Así pues, el esperado combate entre Bolsonaro y Lula puede acabar en tablas, pero por lo bajo, con decepción por ambas bandas. Porque también comienza a haber división en el núcleo bolsonarista. A la posición clave de uno de los hijos del presidente, Carlos Bolsonaro, como concejal de Río de Janeiro, le ha surgido una nueva rivalidad: El vicepresidente del Gobierno, el general Hamilton Mourão, no apoya su campaña sino la del candidato Felipe Fontenelle, “economista, cristiano y de derechas”.
Esperpento y violencia
La nota grotesca de estas elecciones municipales brasileñas llega desde el estado norteño de Amapá, territorio selvático fronterizo con la Guayana Francesa. Sumido en un apagón eléctrico desde hace doce días, para el cual no se encuentra solución, Amapá no es capaz de gestionar sin corriente unos comicios y una crisis sanitaria al mismo tiempo. El Tribunal Superior Electoral, tras verificar además que “los efectivos de la Policía Militar no se muestran suficientes para garantizar la seguridad de los electores”, ha decidido aplazar la votación en Macapá, la capital del estado. La nueva fecha no es oficial, pero no puede superar el límite del 27 de diciembre.
La cita electoral municipal brasileña llega tras cuatro años de violencia creciente, sobre todo hacia alcaldes y concejales –electos, candidatos y precandidatos–. El estudio conjunto realizado entre las organizaciones Terra de Direitos y Justiça Global Violencia Política y Electoral (2016-2020) revela que en la última legislatura se contabilizaron por lo menos 125 asesinatos y atentados, 33 agresiones y 85 delitos de amenazas por todo el país. En la mente de todos, como paradigma, la ejecución en marzo de 2018 de la que es hoy uno de los símbolos del nuevo movimiento negro brasileño, Marielle Franco, negra, lesbiana, favelada y concejala de Río de Janeiro.
Do “Público”